martes, 8 de noviembre de 2011

COCINAR CON OLLA RAPIDA

Para todas las personas que no disponemos de mucho tiempo para estar en la cocina, pero que nos gusta disfrutar de la gastronomía, les hago una recomendación al uso de las ollas rápidas, aunque tenga algunos detractores, como todo.

La olla rápida fue un claro ejemplo de adaptación a las nuevos tiempos que requerían rapidez en la cocina, en el momento de su aparición produjo un efecto similar al del microondas. Desconcierto, desconfianza y extrañeza, así como el temor a su empleo.
En otros tiempos las cocineras cerraban las ollas con masa de pan, o ponían un peso encima. Ese método casero parece ser que fue el origen de la olla a presión, parecía cosa de brujas que platos de elaboración larga y complicada pudieran estar listos en la tercera parte de tiempo y sin perder su sabor.
La explicación es sencilla: en un recipiente herméticamente cerrado, la temperatura de 100 grados centígrados se alcanza con facilidad, porque se evita la pérdida de calorías que ocurren en un recipiente abierto o cerrado en forma no hermética.
Hoy los dispositivos de seguridad de las nuevas ollas rápidas avalan la plena confianza de la utilización de las mismas, la mayoría de nosotros tenemos el recuerdo del sonido del vapor al salir de la olla a presión mientras se cocinaba. Hoy quedan pocas de esas aunque yo sigo utilizándola.
Otra de las ventajas es que la cocina se ensucia mucho menos. 
La olla rápida no solo ahorra tiempo,  además permite un gran ahorro de energía, que puede llegar al 70%, por su modalidad funcional, consume solo la mitad de gas o de electricidad que las cocciones de tipo convencional. 
Los alimentos mantienen sus propiedades nutritivas al reducirse el tiempo de elaboración, además, el cierre hermético de la tapa evita la pérdida de sabores y  la cocción se realiza con menos grasas.

¿Necesitas más argumentos para utilizar la olla a presión?

A la hora de utilizar las ollas a presión es necesario tener en cuenta una serie de consejos que optimizarán resultados y evitarán cualquier tipo de problema:

La máxima cantidad de líquido que la olla puede admitir es de 2/3 de su capacidad total y la mínima es de 1/4. 

Cuando se trabaje con alimentos que se hinchan o que produzcan mucha espuma es mejor llenar la olla sólo hasta la mitad ya que puede dar lugar a una obstrucción de la salida de vapor. 

La olla no se debe abrir cuando aún tiene presión. 

Tampoco es aconsejable enfriarla artificialmente puesto que en los tiempos de cocción establecidos se cuenta lo que el vapor tarda en salir. 

Para conseguir un mayor ahorro de energía, en el momento que la olla alcance su punto máximo de presión, hay que bajar el fuego. 

También se contribuirá al ahorro si una vez se ha apartado del fuego, se mantiene cerrada hasta que baje la presión aprovechando el calor que contiene dentro. 
La tapa de la olla es algo que siempre tiene que lavarse a mano y siguiendo las instrucciones que se indicarán en el manual que incorporan al comprar el utensilio. 

Es bastante común que aparezcan manchas azuladas en el fondo de la olla. Si esto sucede no pruebe con lejía ni con amoniaco ya que inducirían a la corrosión de la olla. Un buen remedio es frotarlas con vinagre. 

Si la olla empieza a perder vapor por la junta de cierre es síntoma de que es necesario cambiarla. Para su correcto mantenimiento es conveniente lavarla después de cada uso y secarla antes de volverla instalar. 

La tapa necesita unos cuidados especiales, por ejemplo después de cada uso es recomendable limpiar a mano el orificio de salida de vapor con una varilla y la válvula de seguridad. 

Hay que revisar continuamente las piezas, más aún cuando la olla ha sido muy utilizada. Cualquier pieza de estos utensilios tiene recambios. 

Para la limpieza de las ollas súper rápidas, no es necesario desmontar la válvula depresora, es suficiente con lavarla con chorro a presión.

Por último, es muy importante que la olla no se sumerja en agua para enfriarla ya que taponaría las salidas de vapor.

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